lunes, 11 de diciembre de 2023

FLAUBERT, EL NOVELISTA

Al recordar el natalicio del novelista Gustavo Flaubert, ocurrido en Francia el 12 de diciembre de 1821, pensamos en el realismo literario en su fase moderna iniciado por Paúl Dock. Pensamos en Balzac, en Stendhal y, naturalmente, en Gustavo Flaubert. En las novelas de Flaubert, la realidad social y humana cobra categoría de verdaderos anales de la época. Flaubert diseñó con Madame Bovary, la forma de la novela moderna, lo cual seguramente fue válido hasta la publicación del Ulises de James Joyce, en cuyo realismo simbólico y cósmico se integra lo monstruoso psicológico de origen freudiano con las formas más externas del naturalismo de Emilio Zolá, abriendo nuevos caminos a la novelística universal. Gustavo Flaubert ha sido considerado como maestro del realismo, “dotado de excepcionales facultades de observación que le sirvieron para concebir y delinear, en forma admirable, la psicología de los personajes de sus novelas. Así, en su obra maestra, Madame Bovary, describe un alma apasionada, aplastada por el medio y que termina en el suicidio. Con la misma perfección muestra la monotonía de la vida provinciana y la belleza pintoresca del medio campesino. Tipos como el doctor Bovary y el farmacéutico Homais han logrado una celebridad proverbial. Parecida evolución se sigue con “Educación sentimental” brillante pintura del Paris de la época de Luis Felipe. En cambio tal técnica detallista no logra sus propósito en su novela Sambo, reconstrucción lujosa de Cártago, libro magistral pero frió.” “Tres Cuentos” y “La Tentación de San Antonio” son obras de Flaubert clasificados entre lo romántico y realista, pero es en su larga correspondencia, revisada después de su desaparición, donde se perciben los verdaderos valores estéticos del creador de Madame Bovary. En ellas hay expresiones famosas como aquella según la cual “el artista debe ser como Dios, presente en todas partes y visible en ninguna” .

ALFREDO DE MUSSET

El 11 de diciembre de 1810, nació en Paris el poeta romántico Alfredo de Musset. Ahí estudió derecho y medicina, inútilmente, pues jamás quiso oficiar otra ciencia o arte sino la poesía y el teatro en el altar de la literatura. Comenzó a escribir ya al borde de los veinte años. Su primera obra, exitosa por cierto, fue la colección de poemas Cuentos de España y de Italia. Luego vino su primera obra de teatro, La noche veneciana, un rotundo fracaso, que no lo desalentó, pues escribió No se juega con el amor, una ingeniosa y agridulce comedia de costumbres romántica que forma parte del repertorio clásico del teatro francés. Los críticos consideran su poesía como lo más destacado de su obra literaria. Cabe mencionar en este género obras como las cuatro Noches, (La noche de mayo, La noche de diciembre, La noche de agosto y La noche de octubre). En 1833 se enamoró de la escritora francesa George Sand, novelista del movimiento romántico cuyo estilo de vida anticonvencional y sus numerosos romances escandalizaron a la sociedad parisina. Con ella viajó a Italia, pero tras una prolongada serie de disputas regresó a Francia solo en 1834. Su novela autobiográfica La confesión de un hijo del siglo habla de esta relación, así como de la filosofía de su desencanto artístico y político. Ela Sand se había casado antes con Casimir Dudevant, un rico hacendado, pero no tardó en aburrirse y abandonarlo. Se hizo famosa tanto por sus escritos como por sus romances, especialmente por su relación con el compositor polaco Frédéric Chopin. Con este último realizó un viaje a la isla española de Mallorca, a la fría Pollensa que narró en Un invierno en Mallorca. Sand fue una escritora prolífica que expresaba en sus obras una honda preocupación por los problemas humanos y la situación de las mujeres en su época. Era una mujer inconstante y por eso no pudo prolongar su matrimonio con el poeta Musset

lunes, 4 de diciembre de 2023

LOS DERECHOS HUMANOS

El 10 de diciembre de 1948, la asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el texto de la Declaración Universal de los derechos humanos. El propósito de esta declaración, tal como se expresa en su preámbulo, es el de servir como norma común de aplicación para todos los pueblos y naciones. En el cuerpo de la declaración se expone que “todos los seres humanos nacen libres y son iguales en dignidad y derechos. Cada ser humano tiene derecho a la vida, la libertad y la seguridad personal. Se prohíben la esclavitud, el castigo corporal y el trato degradante. Todas las personas deben gozar por igual de protección de la ley y de la inviolabilidad y seguridad del hogar, de la familia de la correspondencia. El acusado de haber cometido un delito, será considerado inocente hasta que haya sido declarado culpable por los tribunales competentes. Se reconocen los derechos de libertad de pensamiento, de conciencia, de palabras, de religión y de reunión pacífica. Las personas adultas tienen el derecho de casarse mediante libertad de elección, y el de fundar una familia. Se reafirma el derecho de propiedad y el de impartir y de recibir instrucción. Se propugna el establecimiento de garantías para la libre elección del trabajo, implantar condiciones favorables de trabajo, salario justo y protección contra el desempleo. Los trabajadores tendrán libertad para crear gremios y sindicatos y afiliarse a ellos .Todo ser humano tiene derecho a una norma de vida adecuada para la salud y el bienestar de él y su familia. Toda persona tiene derecho a pertenecer a una nacionalidad determinada, a cambiar esa nacionalidad y a participar en el gobierno de su país”. Finalmente expresa que la autoridad y legitimidad del gobierno residen en la voluntad y consentimiento de los gobernados y que los derechos y libertad que se definen en la declaración no deberán ser denegados a nadie bajo pretexto de raza, color, sexo, nacimiento o condición. Es en síntesis, el contenido de la Declaración universal de los derechos humanos que en el pleno siglo veinte recoge y amplia el espíritu de justicia y equidad social.

INDEPENDENCIA DE AMÉRICA

El 9 de diciembre de 1824 se da la batalla de Ayacucho que sella la independencia de la América del Sur y particularmente la del Perú. Perú constituía un escollo formidable en contra de la lucha de los patriotas por asegurar la independencia americana. De un lado Lima, anarquizada por los políticos parecía oponerse a la independencia y, por otra parte, todo el litoral del Perú, en poder de la escuadra española. Pero al fin llegó la hora del desenlace. El Libertador no quiso más gloria para sí y prefirió encomendar la gran empresa militar al General Antonio José de Sucre y éste de inmediato pasó con su ejército a Lima para reforzarse con nuevos contingentes. Visto lo cual, los realista se retiraron a Cuzco y Sucre se adelantó hasta situarse ambos ejércitos en Ayacucho. Ayacucho es una altiplanicie surcada por tres caudalosos ríos, entre los cerros de Quinua y Cundurcunca. La gloriosa batalla de ayacucho se desarrolló en esta altiplanicie. Las fuerzas patriotas calculadas en 6.000 hombres, a las ordenes del general Sucre y formadas por tres divisiones al mando de los generales José María Córdova, La Mar y Jacinto Lara, tomaron ventajosa posición en la altura de Quinua; y los realistas en número de 12.000 soldados bien disciplinados y pertrechados, al mando de La Serna ocuparon el cerro Cundurcunca. Desde estas dos posiciones se decidió la batalla a favor de los patriotas. Diego Córdoba, en su obra sobre la vida del Mariscal Sucre, califica la Batalla de Ayacucho de grandiosa no solo por la hábil estrategia del general Sucre, su hidalguía de vencedor y por su determinante significación histórica, sino también porque fija el porvenir político de un mundo ganado para la libertad por colombianos, peruanos y argentinos .”En Ayacucho, después de más de tres siglos de esclavitud, se reivindica la tierra, el mar y el hombre de nuestra América. La Gran proeza enciende en Bolívar el sueño de independizar a Cuba, Puerto Rico y Filipinas para fundar las bases seguras del equilibrio político, social y económico de nuestro Continente, frustradas, más tarde, por la tripartición de la Gran Colombia”

EL DOGMA DE LA INMACULADA

La Iglesia Católica sostiene que María, doncella de la tribu de Judá y de la estirpe real de David, hija de Joaquín y Ana y quien, según la tradición cristiana, nació en Nazareth el día 8 de septiembre, fue concebida sin pecado original “por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, atendidos los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”. El Pontífice Pío IX, al proclamar este Dogma, recogió los anhelos del mundo católico y la tradición y creencia de la Iglesia que conforme al texto evangélico, se había desarrollado a través de los siglos en las doctrinas de los papas, en la devoción del pueblo y en la institución de las festividades religiosas en honor a la Virgen Inmaculada. La fiesta con ese nombre se celebraba en la Iglesia oriental desde el siglo V, y en la occidental, desde el VII, pero la significación de la Inmaculada Concepción a juicio de algunos teólogos no está muy clara, en vista de lo cual ha habido juicios divergentes. A ella se opusieron, el siglo XII, San Bernardo de Claraval y en el siglo XIII, el filósofo Santo Tomás de Aquino. Entre los que apoyaron la doctrina se encontraba el teólogo escocés Duns Escoto. La polémica teológica sobre la Inmaculada Concepción adquirió mayor impulso en el siglo XIX. En 1854 el Papa Pío IX publicó un solemne decreto declarando que la Inmaculada Concepción era un dogma esencial para la fe de la Iglesia universal. Lo cierto es que con el título de Inmaculada Concepción se invoca a la Virgen María como patrona de muchos países, entre ellos, Estados Unidos, Brasil, Portugal y Córcega. Inmaculada Concepción, dogma católico romano que mantiene que desde el primer instante de su creación el alma de la Virgen María estuvo libre de pecado original; esta doctrina no debe confundirse con la del parto virginal de María, que mantiene que Jesucristo nació de una madre virgen. A pesar de divergentes opiniones eruditas, la Iglesia católica apostólica romana ha favorecido la creencia en la Inmaculada Concepción; una fiesta con ese nombre, cuya significación no está muy clara, ya se celebraba en la Iglesia oriental desde el siglo V, y en la occidental desde el VII.

TOCUYO CAPITAL DE VENEZUELA

Juan de Carvajal, teniente del Gobernador de Venezuela, Juan de Frías, quien se hallaba en oriente cumpliendo una misión que le había confiado la Audiencia de Santo Domingo, se hallaba en Coro, ciudad establecida por Ambrosio Alfinger diecisiete años antes, y desde aquí, acompañado de Juan de Villegas se internó tierra adentro y encontró un riquísimo valle donde el 7 de diciembre de 1545 fundó, con 175 hombres, la ciudad de Nuestra Señora de la Concepción del Tocuyo. En este mismo lugar, situado a orillas del río Tocuyo, se hallaba un pueblo indígena que los naturales llamaban Gaui. Desde 1546 los Gobernados de Venezuela fijaron su residencia en el Tocuyo que fue capital de la Provincia de Venezuela hasta el año 1577, época en que el Gobernador Juan Pimentel la trasladó a Caracas. Cuenta la historia que Juan de Carvajal, fundador de la ciudad, se mostró cruel ahorcando a varias personas en una Ceiba y haciendo matar al último Gobernador alemán. Los Welsares que explotaban la Provincia conforme convenio firmando con Carlos V, se quejaron de la conducta de Carvajal y esto motivó el envió a Venezuela de Juan Pérez de Tolosa para que asumiera el Gobierno de la Provincia. Tolosa prendió a Carvajal y lo condenó a ser arrastrado a la cola de un caballo y ahorcado en lo alto de una Ceiba que se conservó largos años y era conocida con el nombre de “La Ceiba de Carvajal”. Pérez de Tolosa estableció en Tocuyo los primeros telares que hubo en América; las telas que de allí salían eran conocidas con el nombre de “lienzo tocuyano”. Actualmente el Tocuyo es la capital de Municipio Federación, Distrito Silva, del Estado Falcón. Está situado a orillas del rió de su nombre que nace al sur de esa entidad y desemboca en el Mar de las Antillas, cerca de Aroa, casi en la línea limítrofe con Yaracuy.

EL CRITICÓN

El 6 de diciembre de 1658, falleció el laborioso y sutilísimo autor de “El Criticón”, Baltasar Gracián. Murió a la edad de 57 años en España de donde era oriundo. Pero sus últimos días fueron amargos por las desavenencias que tuvo con la Orden de los Jesuitas de la cual era miembro desde la edad de 34 años. Sus obras literarias no eran del muy agrado de su gente u de algunas clases de la época. Su originalidad de escritor y predicador le ocasionó envidias, odios y rencores. Pero por sobre todo ello, el hombre encerrado en su hábito de sacerdote, estuvo siempre presente dentro de su conceptismo original, su estilo claro, sutil, y sus generalizaciones simbólicas del mundo. Como escritor, representa la culminación de la prosa conceptual iniciada por Quevedo. Baltasar Gracián la ejercita en sus obras por la vía de la estilización clara y de la alegoría, con una visión del mundo en que lo individual se diluye en las generalizaciones simbólicas. Fue un sacerdote y fundamentalmente un hombre de pensamiento profundo, pero también, sin duda, una individualidad de acción puesta en evidencia durante sus querellas en el claustro así como cuando le tocó ser Capellán durante la rebelión de Cataluña en 1646, particularmente dentro del fragor de la Batalla de Lérida. “El héroe” fue su primer libro, virtualmente una réplica de “El Príncipe de Maquiavelo”. Publicó otras pero es la novela alegórica “El Criticón” su obra principal y la que puso sobre ascuas su existencia. A mucha gente de su época y de su orden no le gusto y fue amenazado con sanción moral y hasta física, pero ella circuló y el mundo literario la acepta y reconoce como una obra filosófica en la que se aprecian las impresiones de un salvaje en presencia de la civilización de aquella época del siglo diecisiete.