martes, 31 de octubre de 2023

Noviembre / DÍA DE TODOS LOS SANTOS

Primero de Noviembre.- La Iglesia Católica consagra el día de hoy a la fiesta de todos los Santos, de aquellos seres humanos a quienes la religión considera liberados de toda culpa y, por lo tanto, cercanos al Ser Supremo. La santidad es sinónimo de perfección y a ella se llega por el mismo afán de ser perfecto y cuando es profundamente sincero, vocacional y suele alcanzar un grado heroico. En los primeros tiempos del cristianismo, sólo se consideraban santos aquellos perseguidos y martirizados por sostener y defender la doctrina de Jesús, pero luego del siglo décimo solo se consideraron tales, aquellos beatificados o canonizados por la Santa Sede Apostólica. La Iglesia Católica hoy en día medita y procede con extremado cuidado cuando se trata de otorgar esa suprema dignidad. No basta con hacer buenas obras ni realizar una verdadera labor de apostolado sino que es indispensable comprobar que en el alma de aquella persona habitó la gracia divina de Dios y que fue capaz de realizar milagros. Los hechos milagrosos son estudiados cuidadosamente y solo son considerados como tales cuando la ciencia profana se manifiesta impotente para descifrarlos en su origen. La Iglesia prohíbe la adoración de los Santos, sólo admite la veneración y ella se practica en las iglesias católicas, rusa, ortodoxa y anglicana. Se considera que los Santos por su estado de pureza constituyen el puente entre Dios y las almas en estado de plegarias. Esta concepción doctrinaria de la Iglesia fue violentamente atacada por la Reforma de Lutero que basó sus acusaciones en “La venta de indulgencias y en el culto fetichista” del que se hicieron objeto determinadas imágenes. Sin embargo, La veneración de los santos tiene su origen en las Sagradas Escrituras, según las cuales es el camino cierto y seguro para llegar a la divinidad. Primero de Noviembre.- La Iglesia Católica consagra el día de hoy a la fiesta de todos los Santos, de aquellos seres humanos a quienes la religión considera liberados de toda culpa y, por lo tanto, cercanos al Ser Supremo. La santidad es sinónimo de perfección y a ella se llega por el mismo afán de ser perfecto y cuando es profundamente sincero, vocacional y suele alcanzar un grado heroico. En los primeros tiempos del cristianismo, sólo se consideraban santos aquellos perseguidos y martirizados por sostener y defender la doctrina de Jesús, pero luego del siglo décimo solo se consideraron tales, aquellos beatificados o canonizados por la Santa Sede Apostólica. La Iglesia Católica hoy en día medita y procede con extremado cuidado cuando se trata de otorgar esa suprema dignidad. No basta con hacer buenas obras ni realizar una verdadera labor de apostolado sino que es indispensable comprobar que en el alma de aquella persona habitó la gracia divina de Dios y que fue capaz de realizar milagros. Los hechos milagrosos son estudiados cuidadosamente y solo son considerados como tales cuando la ciencia profana se manifiesta impotente para descifrarlos en su origen. La Iglesia prohíbe la adoración de los Santos, sólo admite la veneración y ella se practica en las iglesias católicas, rusa, ortodoxa y anglicana. Se considera que los Santos por su estado de pureza constituyen el puente entre Dios y las almas en estado de plegarias. Esta concepción doctrinaria de la Iglesia fue violentamente atacada por la Reforma de Lutero que basó sus acusaciones en “La venta de indulgencias y en el culto fetichista” del que se hicieron objeto determinadas imágenes. Sin embargo, La veneración de los santos tiene su origen en las Sagradas Escrituras, según las cuales es el camino cierto y seguro para llegar a la divinidad.

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