Libro virtual dedicado a relevar el suceso universal más importante del día señalado
viernes, 9 de junio de 2023
CHILE Y VENEZUELA COMPRISO DE ORDEN CONTINENTAL
7 de junio de 1962. Compromisos del mismo estilo y contenido firmado por Venezuela y Colombia en el Palacio de San Carlos de Bogotá con el fin de prever una intensificación del intercambio cultural y acatamiento recíproco al principio de no intervención, fue firmado el 7 de junio de 1962 por nuestro país y la República de Chile, en aquella ocasión representados por los cancilleres Carlos Martínez y Marcos Falcón Briceño, de los hermanos países del Sur y norte respectivamente.
El histórico documento, denominado “Declaración de Santiago”, consagra una total reafirmación de fe en que los problemas existentes entre las naciones puedan resolverse por vía pacifica para lo cual existen medios que contempla la organización mundial de naciones.
El documento expresa la necesidad de eliminar todo colonialismo, defender los principios de la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de otros estados así como respeto a los compromisos internacionales.
Los Cancilleres firmantes de la “Declaración de Santiago”, convienen en mantener una orientación política exterior fundamentada en los principios de la Carta de la Naciones Unidas, al tiempo que se pronuncian claramente contra los experimentos atómicos y la carrera armamentista.
Asimismo, ambos países convienen en apoyar la creación de un organismo que se interese por el desarrollo de los intercambios culturales en el hemisferio, y en reafirmar su decisión de trabajar para perfeccionar los instrumentos del sistema americano. Por último, reiteraron su determinación de resolver por medios pacíficos cualquier diferencia que surja entre países americanos.
VELÁSQUEZ, EL GRAN PINTOR DEL SIGLO XVII
6 de junio de 1599. Agoniza el siglo dieciseis cuando Juan Rodríguez de Silva y Jerónima Velásquez, dieron al mundo un virtuoso de la pintura. La ciudad de Sevilla no pudo conmoverse por aquel nacimiento desapercibido. Quizás, si para la época hubiera existido aquellos magos y profetas que anunciaron el advenimiento del Mesías, la hermosa ciudad española habría vibrado de gozo por el nacimiento de Diego de Silva Velásquez porque los videntes hubieran anunciado la llegada de un artista cuyas obras impresionarían a la humanidad.
Obras pictóricas al natural, reales, superiores al retrato, imágenes atrapadas fielmente, con toda su vibración espiritual, son las de este Maestro de la pintura universal. Los Borrachos, o el Triunfo de Baco, el Retrato del Papa Inocencio X, La Venus del Espejo, Las Hilanderas, Las Meninas, son entidades visuales puras en que al decir de Ortega y Gasset, advertimos “que las cosas están ahí, que surgen, sorpréndenos con aire espectral en el ámbito misterioso, indiferente al bien y al mal, a la verdad y fealdad, que es la existencia”.
Velásquez nació el 6 de junio de 1599 en la ciudad de Sevilla y murió en Madrid a la edad de 61 años. Casi toda su vida trascurrió en la madre patria. Apenas viajó dos veces a Italia estimulado por el gran pintor flamenco Pedro Pablo. Durante su doble visita conoció y estudió los grandes tesoros artísticos de ese país lo que le valió para imprimirle mayor delicadeza y jugosidad a sus lienzos. Unas de las últimas obras del pintor fue Las Meninas, o la familia de Felipe IV, considerada la obra cumbre española de todos los tiempos y la que, según Luca Giordano, constituye “la teología de la pintura”. En ella Velásquez consigue su más supremo anhelo: retratar la luz y plasmar la vida misma. La obra de este luminoso pintor español fue completa, perfectamente acabada y a pesar de los siglos trascurridos, nada ni nadie ha podido opacarla. Velásquez brilla en el firmamento del arte, con luz propia, inconfundible.
ASCENSIÓN DE LOS MONTGOLFIER
El 5 de junio de 1873, Santiago Esteban y José Miguel Montgolfier, ambos de nacionalidad francesa, pasaron a ser los primeros en lograr la ascensión de una nave espacial, entonces llamada globo, construida de tela y papel.
Los hermanos Montgolfier realizaron esta obra prodigiosa después de prolongados y pacientes esfuerzos que tuvieron por base las pasadas iniciativas de los que la historia reconoce como precursores de los vuelos aerostáticos: San Alberto el Magno, quien a fines del siglo XIII describió una aeronave similar a la de nuestros días; Rogelio Bacon proponente de “una nave en el espacio” utilizando una delgada lámina esférica de cobre; Francisco de Lana, jesuita del siglo XVII, proyector de una aeronave compuesta por cuatro globos, una barquilla de mimbre y una vela similar a la de los buques.
Ante el sombro de la pequeña ciudad francesa de Annonay, los hermanos Montgolfier lograron en 1783 - año por cierto del natalicio de Bolívar - remontar un globo de tela y papel saturado de humo procedente de una hoguera alimentada con carbón vegetal.
El emperador Luis VI, maravillado por la invención de los hermanos Montgolfier, ofreció su más decidida colaboración, la que fue aprovechada para la ascensión de un segundo globo del que pendía una cesta con un gallo, un pato y una oveja, el vuelo duró ocho minutos y la extraña tripulación fue rescatada sin novedad.
Avivado el entusiasmo del Emperador por este segundo éxito ofreció más recursos y propuso que el tercer vuelo fuese tripulado por un humano y ordenó que se eligiera un criminal condenado a muerte. Pero fue disuadido por el cronista de la corte, Pilatre de Rozier, quien se ofreció entusiasta y voluntariamente. Pilatre se elevó exitosamente hasta 27 metros, inscribiendo su nombre en una etapa decisiva del progreso humano que está culminado hoy con los vuelos interplanetarios que nos sumerge en los insondables misterios del universo.
ASESINATO DE SUCRE
4 de junio de 1830. Después de la campaña de Tarqui, de donde regresó victorioso, el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, viajó a Bogotá como representante de los pueblos del Sur en el “Congreso Admirable”.
De regreso a Quito, profundamente decepcionado por el fracaso de la Gran Colombia y por la intriga y la ambición políticas que pretendieron inútilmente opacar su gloria y la de Bolívar, escribe a su hermano Jerónimo en Cumaná y le expresa su deseo de apartarse para siempre del teatro de las cosas públicas. Expresión premonitoria, pues su enemigo José María Obando le preparaba una emboscada.
Atravesaba la selva en dirección a Quito, donde lo aguardaba la Marquesa de Solano y la niña Teresa, su hija. Iba acompañado de una corta comitiva, 4 de junio de 1830. Había pernotado en un lugar denominado “Venta Quemada” y cuenta la historia que de allí salió a menos de las ocho de la mañana de ese día y se internó tomando la senda de Berruecos.
Debido a lo estrecho del sendero, las bestias trotaban una tras otras. De repente se oyó una voz bronca y tenebrosa: ¡General Sucre! La cabalgadura sintió el freno repentino y al General al volver el rostro acusó el impacto de tres proyectiles, uno en el corazón y dos en la cabeza, disparados por los esbirros de José María Obando, que con los rostros cubiertos de musgos se camuflaron en la intrincada selva para perpetrar el más horrendo de los crímenes políticos. El héroe de Ayacucho apenas pudo exclamar: ¡Ay, balazo!
Al día siguiente, sus ayudantes y dos viajeros levantaron el cadáver y le dieron sepultura en un campo cercano. Fue exhumado después por el propio Obando en nombre de la justicia. El Libertador se hallaba en Cartagena y al saber el infausto suceso, exclamó: “¡Dios Santo, han matado a Abel!”.
Los asesinos de Sucre murieron, unos condenados por la Corte Marcial de Bogotá, otros envenenados y José María Obando, autor intelectual del crimen, murió atravesado por una lanza en uno de los combates de la Colombia levantisca de entonces. Los restos de Sucre finalmente fueron trasladados y depositados en Quito en la Cripta Gran Mariscal de Ayacucho, mandada a construir por el Gobierno de ese país.
MUERTE DE GUILLERMO HARVEY
La historia de la medicina registra hoy en sus páginas la muerte de Guillermo Harvey, célebre fisiólogo inglés, descubridor de la circulación de la sangre y el papel del corazón en su propulsión, todo lo cual sentó las bases de la fisiología moderna.
Nació el primeo de abril de 1578 en Folkestone y falleció en Londres el 3 de junio de 1657. En las universidades de Cambridge (Inglaterra) y Padua (Italia) realizó sus estudios de medicina. Luego ejerció en Londres y llegó a ser médico del rey Jacobo Primero Estuardo y de su hijo Carlos Primero de Inglaterra. Desde la cátedra y a través de su trabajo científico dio a conocer el descubrimiento de la circulación de la sangre ya intuida a mediado del siglo XVI por el médico español Miguel Servet.
Guillermo Harvey fue el primero en diferenciar las venas de las arterias, midió la capacidad del corazón y descubrió la circulación general o mayor de la sangre. Más tarde su trabajo fue completado por los científicos Malpighi, quien descubrió los vasos capilares; Borelli, italiano, demostró la elasticidad de las arterias, y Hales, inglés, en el siglo XVIII, el primero en medir la presión sanguínea.
Guillermo Harvey, a quien no le fue nada fácil imponer su tesis, descubrió la circulación mayor o general al comprobar la función mediante la cual sale del corazón sangre a todos los tejidos del organismo y de éstos al corazón. La sangre es impulsada por los ventrículos a través de los grandes vasos, que se conocen como arterias, y regresan a las aurículas, del mismo órgano, por los vasos llamados venas.
Dentro de la circulación mayor existe la llamada aorta, que es la arteria principal del cuerpo que parte del ventrículo izquierdo del corazón y constituye el tronco común de las arterias que llevan la sangre oxigenada hacia todas las parte del cuerpo.
MUERTE DE JOSÉ GARIBALDI
2 de junio de 1882. Pescador y marinero convertido en adalid del movimiento que unificó a Italia y la emancipó del yugo extranjero: Eso fue José Garibaldi, muerto el 2 de junio de 1882, a la edad de 75 años, en sus tierras de Caprero.
Unido al patriota José Manzini, fundador del movimiento clandestino denominado “Joven Italia”, Garibaldi viajó del mar a la cárcel acusado de participar en una subversión. Preso en Génova, no podía resignarse a la espera de la ejecución de su sentencia de muerte sino que libró inteligente batalla contra los muros y la fuerte custodia de la Cárcel y venció escapándose a Francia para reanudar conjuntamente con otros compatriotas el esfuerzo de la lucha que apuntaba hacia el objetivo irrenunciable de la libertad y unidad de Italia.
Garibaldi vino recalando por la América del Sur y mientras que acumulaba los recursos necesarios y organizaba la legión dispuesta a disolver los reinos en que para la época estaba dividida Italia, prestó gran ayuda a la República nueva del Uruguay y ganó el calificativo honroso de “Héroe de Montevideo”. En 1848 vuelve a Italia y tras de hostigar a los invasores austriacos prosigue a Roma para respaldar la República de Manzini y quedar al frente de todas las fuerzas. Fue derrotado más tarde en una lucha cruenta y desesperada refugiándose en Génova breve tiempo y partiendo por segunda vez a la América. Regresó a su patria en 1854 y se instaló en una granja de Caprero, cerca de Cerdeña, pero cinco años después volvió a tomar parte en las rebeliones de los italianos del norte al frente de los cazadores alpinos. Nuevas batallas se sucedieron hasta que Italia quedó reivindicada y logró su unidad bajo el reinado de Víctor Manuel II.
José Garibaldi está ligado a la historia libertaria de Italia, done se le honra y admira y uno de sus descendiente, homólogo, participó como oficial en la Batalla de Ciudad Bolívar en 1902, Guerra Libertadora contra el ejército de Juan Vicente Gómez.
JOHN DEWEY O LA EDUCACIÓN PROGRESIVA
JOHN DEWEY
Y LA EDUCACIÓN
PROGRESIVA
l° de junio
de 1952. John Dewey murió en Norteamérica, su tierra natal, el primero de junio
de 1952, a la edad de 93 años. Lo recordamos hoy, en el día aniversario de su
muerte, porque está señalado como una de las inteligencias conspicuas de su país en el campo de la pedagogía.
Exacto es que la educación norteamericana ha
sido modelada por las manos de una larga lista de pedagogos, pero en ella
sobresale con brillo muy particular el filósofo, ensayista y pedagogo John
Dewey. Su figura, si no más elevada, al menos debe equipararse a la de Horace
Mann, abogado de Nueva Inglaterra, convertido en educador y quien trazó algunos
de los principales conceptos que constituye el fundamento de las escuelas y la
enseñanza en los Estados Unidos de América.
Dewey, en sus
estudios y reflexiones sobre los problemas de la educación y la democracia,
sostiene que en la experiencia se halla la base de nuestro pensamiento y acción y enseña que la democracia es una
forma de vida antes que un sistema político, y que la educación debe tender a
desarrollar la personalidad y el espíritu de cooperación, base de la vida
democrática. Afirma que el proceso educativo es de crecimiento continuo y en
uno de sus libros traducidos a muchos idiomas, dice: “la vida de los niños, la de los adolescentes y la de los adultos se
encuentra en el mismo nivel educativo, ya que lo que se pretende realmente en
todas y cada una de las etapas de la experiencia constituye lo valioso de esa
experiencia, pues la principal razón de la vida es en todo momento lograr que
los que viven contribuyan al enriquecimiento del significado perceptible de la
vida misma (…) El gobierno, el comercio, las artes, la religión y todas las
demás instituciones sociales tienen un significado, un propósito. Su fin es
liberar y desarrollar la capacidad de los seres humanos, sin distinción de
raza, sexo, clase social o situación económica. Y esto equivale a decir que la
prueba del valor de esas instituciones es el grado en que educan a cada individuo,
hasta permitirle alcanzar el máximo de responsabilidad.
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