lunes, 3 de marzo de 2014

CONFERENCIA INTERAMERICANA



         El 3 de marzo de 1954, se reunió en Caracas, en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria, la Décima Conferencia Interamericana, no obstante estar regido el país por una dictadura y haber las fuerzas clandestinas realizado internacionalmente un laborioso trabajo para que dicha conferencia no  se llevara a cabo en una sede como la de Venezuela aherrojada por la fuerza y maniatada en el libre ejercicio de sus derechos.
         483 delegados de veinte países de América concurrieron al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela para ventilar los más urgentes problemas económicos, políticos, sociales y culturales. Bien se recuerda la figura de aquellos días, proveniente de un país pequeño, que se atrevió con su  verbo encendido de pasión nacionalista, sentar a Mister Dulles en el banquillo de los acusados.
El doctor Guillermo Toriello, Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala,  y Presidente de la Delegación de su país, reafirmó la fe de la República de Guatemala y su entusiasmo por las doctrinas democráticas  que inspiraron la revolución de octubre de 1944. Negó que fuese su país satélite de la URSS ni de EE.UU.  “Somos –dijo- alérgico al servilismo”; pero, de todas formas, a los pocos días habría de caer su Gobierno.
         En aquella Conferencia interamericana de 1954 reunida en Caracas, se firmó un acuerdo de homenaje continental al príncipe de las letras don Andrés Bello y una resolución contra el comunismo que implícitamente era una condena contra el régimen guatematelco de Jacobo Arbenz Guzmán, connotado como tal.


         La Conferencia estuvo activa durante casi todo el mes de marzo y en el acto de clausura pronunciaron sendos discursos el doctor Aurelio Otañez de la Delegación de Venezuela y el doctor José Vicente Trujillo de la Delegación del Ecuador. 
                                                                                                           @Piocid

domingo, 2 de marzo de 2014

GUERRA DE LAS NARANJAS

Francisco de Goya - Godoy como general - Google Art Project.jpg

         El 2 de marzo de 1801, España declaró la Guerra a Portugal y esta contienda trascendió al mundo  con un nombre muy curioso: Guerra de las naranjas, muy amargas, por cierto, para los lusitanos que tuvieron que aceptar los requerimientos del rey Carlos IV.
         El nombre por el que se popularizó esta contienda, alude a los ramos de naranjo que los soldados españoles trajeron desde el frente de guerra a María Luisa de Parma,  esposa del rey  Carlos IV.
         La guerra de las naranjas tuvo como escenario la parte sur de Portugal, debido a la alianza mantenida con el emperador francés Napoleón I Bonaparte, derivada de los acuerdos vinculados al Tratado de San Ildefonso, firmado en octubre de 1800 y por el cual la república francesa y la monarquía española se comprometieron a prestarse ayuda militar en caso de que algunas de las dos partes entrasen en guerra con Inglaterra.
 La diplomacia española se había comprometido a conseguir que Portugal abandonara su tradicional amistad con Gran Bretaña, pero no tuvo éxito en lograr la ruptura de esa alianza, por lo que España le declaró la guerra al año siguiente y atacó su vecino por la frontera meridional.
         A Manuel Godoy, principal figura del gabinete del reino hispano, tocó comandar las tropas españolas que inmediatamente tomaron varias plazas fronterizas.  El regente portugués Juan VI, se apresuró entonces a negociar de modo que el 6 de junio de ese año, se suscribió un acuerdo en Badajoz  que puso fin al conflicto.


         Portugal se comprometió a cerrar sus puertos a los buques británicos y aceptó la soberanía española sobre Olivenza, perteneciente a la provincia de Badajoz en Extremadura.  Por su parte el rey Carlos IV garantizó la soberanía de los territorios portugueses ultramarinos. 
                                                                    @pIOCID

sábado, 1 de marzo de 2014

EL COMPOSITOR ROSSINI

Composer Rossini G 1865 by Carjat.jpg
         Gioacchino Antonio Rossini, principal compositor italiano de comienzos del siglo veinte, como nació el 29 de febrero de 1792 que era año bisiesto, lo recordamos hoy primero de marzo de 2002, porque este año, por no ser bisiesto, sólo nos trae un febrero con 28 días.
Si nos apegáramos estrictamente a la fecha calendario, Rossini como los nacidos en año bisiesto, cumpliría cada cuatro años. Pero como esto iría contra la lógica de la edad estrictamente cronológica, se ha convenido tradicionalmente en convertir el primero de marzo, dentro del lapso bisiesto, en un 29 de febrero.
         Gioacchino (Joaquín) Antonio Rossini, nacido en Pesaro, Italia,  estudió en el conservatorio de Bolonia y allí compuso  “La cambiale de matrimonio”, su primera ópera. Contaba entonces 19 años apenas. A partir de allí compuso 36 óperas más, desde Demetrio y Polibio hasta Guillermo Tell.  Las primeras de ellas fueron interpretadas por la soprano española Isabel Colbran, quien terminó unida en matrimonio al notable compositor italiano.
La ópera que realmente lo hace famoso es “El Barbero de Sevilla”, escrita en Roma en 1816 y en la cual parodió el compositor hispano Barbieri con su zarzuela El Berberillo de lavapies que refleja el costumbrismo madrileño de la época.
Obra de Rossini que nunca falta en los repertorios de los grandes conciertos es “Semiramide”, compuesta en 1823 y la cual muestra el efecto típico del crescendo, el aumento de la intensidad de cada frase en su aparición.  Destacan igualmente “Stabat Mater” obra muy importante y difícil que escuchamos interpretar al tenor guayanés Eduardo Melgar y que el compositor venezolano Juan Manuel Olivares arregló a cuatro voces; La pequeña misa solemne, “Lítalia en Algeri, El turco in Italia y La Cenerentola.
Rossini dejó de componer en 1864, pero siguió figurando como una de las personalidades más relevantes del mundo operístico.  Falleció en Francia el 13 de noviembre de 1868.  (amerfer@cantv.net)

viernes, 28 de febrero de 2014

Venezuela Soberana - Enrique Aristeguieta Gramcko se dirige a la nación

EL INVENTOR DEL ENSAYO


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            Miguel E. de Moantaigne, escritor francés, está considerado como el verdadero inventor del ensayo, un género literario que comenzó a cultivarse universalmente desde finales del siglo dieciséis por escritores emblemáticos como el británico  Francisco Bacon, los hispanos Miguel de Unamuno y José Ortega y Gaset,, los latinoamericanos Andrés Bello y Domingo Sarmiento; venezolanos como Mario Briceño Iragorri y guayaneses como Ramón Isidro Montes, Felipe Vargas Pizarro y entre los jóvenes de ahora, Carlos Yusti.
            El ensayo que es una composición que aborda cualquier tema desde un punto de vista personal, sin sujeción a método ni estilo, más bien informal, subjetivo,  se convirtió en género literario con ese nombre, acuñado por Montaigne a quien valoran como el primero en abordarlo o inventarlo aunque algunos críticos estiman que las obras de Cicerón, Sénecas y Plutarco son realmente prototipos del género.
            Montaigne nació en Francia, tal día como hoy, 28 de febrero de 1533, del seno de una familia de buena posición económica y social que le permitió estudiar y graduarse en leyes.  Heredó las propiedades de su familia, entre ellas, el castillo de su nombre donde transcurrió el resto de su vida entregado a las actividades propias de un hacendado, estudiando los autores clásicos y escribiendo sus Ensayos editados en varios tomos.
            Viajó por varios países de Europa y a su regreso a Francia lo eligieron alcalde de Burdeos.  La enciclopedia Encarta  dice que Montaigne destaca por su análisis de las instituciones, opiniones y costumbres, así como por su oposición a cualquier forma o dogmatismo carente de una base racional.  Observó la vida con escepticismo filosófico y puso de relieve las contradicciones e incoherencias inherentes a la naturaleza y la conducta humana.  Sin embargo, su moral tendía básicamente hacia el epicureísmo, revelando las actitudes propias de un humanista que rechaza la esclavitud de las pasiones y los deseos.


@Piocid


           

jueves, 27 de febrero de 2014

EL PINTOR DEL AVILA


            El 27 de febrero de 1984,  fueron inhumados en el Cementerio General del Sur, los restos del insigne paisajista hispano-venezolano, Manuel Cabré, ampliamente conocido en el universo de las artes visuales como el pintor del Ávila.
            Falleció a los 94 años de edad en Caracas, pues había nacido en Barcelona, España, el 25 de enero de 1890.  Su presencia y crecimiento en la capital venezolana prácticamente fue fortuita, pues ocurrió por la eventualidad de pasar el Presidente venezolano Joaquín Crespo por España y conocer a su padre que era escultor, autor de un busto de bronce que impresionó al gobernante.
            Crespo le ofreció trabajo en un proyecto de ornato que tenía para Caracas y el escultor le tomó la palabra y se vino con la familia.  Manuel Cabré tenía entonces seis años, estudió primaria y tuvo que abandonar la instrucción para trabajar en el mercado de San Jacinto.
            En 1904 se inscribe en la Escuela de Bellas Artes, donde su padre ejercía como profesor de escultura.  Atraído por el valle de Caracas, pronto se sintió conmovido por el Pico El Ávila que pintó desde todos los ángulos y con todos los matices.
            Luego de varias exposiciones exitosas, se trasladó a Paris, donde residió hasta 1930.  En esa época cultivó el cubismo y el impresionismo.  Regresó a Venezuela y en 1951 ganó el Premio Nacional de Pintura, luego (955) el premio Herrera Toro y así sucesivamente fue sumando galardones..


            Su trayectoria ha sido destacada como la de un artista que jugó papel fundamental en la formación de la conciencia moderna del arte en Venezuela. Sin duda, un paisajista por excelencia con gran domino de la técnica, el color y la forma.  En cierta ocasión reflexionando sobre su pintura, dijo: “A veces uno no sabe dónde reside el encanto de una obra; pero en toda creación hay un misterio.  Todo depende de la sensibilidad para descubrirlo”. Su obra ha sido reconocida con el montaje de varias retrospectivas en el Museo de Bellas Artes, en la Galería de Arte Nacional y en el Museo de Arte Contemporáneo.  

@Piocid

miércoles, 26 de febrero de 2014

VÍCTOR HUGO


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            Nació Víctor Hugo, el 26 de febrero de 1882, en la ciudad de Besazón, del seno de una familia, cuyo título nobiliario databa  del año 1531.  Por lo que Víctor Hugo poseyó el título de vizconde, aunque más para viajar de incógnito que para añadir un laurel más a su gloria.
Su infancia, y gran parte de su adolescencia, transcurrió en la isla de Elba, París, Nápoles, Florencia, Roma, y Madrid. Su padre, José Leopoldo Segisberto, general del ejército francés, pretendía que su hijo heredara sus condiciones y trayectoria militar, pero Víctor Hugo prefirió destinarlo a escribir poesías, obras teatrales y discursos políticos. A la edad de 13 años, el frustrado militar se inició en las tareas literarias escribiendo versos sobre aventuras caballerescas y comentando las hazañas de Rolando. Surgen sus primeras obras: Irtamenes, La canadiense y El Rico y el Pobre.
            A la edad de 15 años compite en concurso literario  patrocinado por la Academia Francesas, pero la edad le impide recibir los laureles ganados. Hasta aquí la primera época de literatura víctorhugoniana. En adelante se dejará sentir la influencia de Lamatine, hasta capitanear el movimiento romántico y adquirir sus características propias. Los triunfos literarios le valen la conquista de su amor. Se casa con la señorita Foucher, no obstante la negativa de los padres. Publica sus primeras novelas “Han de Islandia” y “Bug-Jargal”. Luego vienen sus dramas Cromwell, Las Orientales, Henani, Lucrecia Borgia, María Tudor, Nuestra Señora de Paris, Los Miserables, Los trabajadores del Mar, El hombre que ríe, La leyenda de los siglos y El año terrible.


            La fecundidad literaria de Víctor Hugo fue asombrosa. “su nombre llenaba por si sola las páginas literarias de la época. Soportaba sobre su cráneo todo el mundo romántico de entonces, y como poeta, como político y como novelista, Víctor Hugo fue el héroe de su generación”. Para demostrar el favor que el público dispensó a las obras de Hugo, bastaría decir que en un período de cinco años, produjeron, sólo en París, un beneficio líquido de 8 millones  377 mil francos... Víctor Hugo murió siendo senador de la República, el 22 de mayo de 1885. 
                                                                                                     @Piocid