sábado, 10 de junio de 2023

JOSÉ MANUEL AGOSTO MÉNDEZ

9 de junio de 1872. El nombre del hombre se encumbra y adquiere el poder de la imanación emocional cuando su obra ha sido socialmente útil y se ha prodigado con nobleza. Es por ello que el nombre del doctor José Manuel Agosto Méndez, de quien hoy se recuerda su nacimiento, ocupa sitial digno en el corazón de los bolivarenses. Porque es toda una síntesis de lo que él fue e hizo con desprendimiento y lealtad en beneficio del pueblo. Su vocación es tanto ayer como hoy de la más digna y necesaria y en ella se educó con el tesón y la inquietud de quien siente sobre su conciencia el peso de una humanidad en trance. El doctor Agosto Méndez fue Médico. No un Médico cursado o recibido en Londres o Paris. Ni siquiera en Caracas, sino en el Colegio Nacional que hasta 1904 existió en Ciudad Bolívar. Pero fue un médico en el sentido cabal de la palabra. Un “verdadero sacerdote de la medicina” como bien señala Adán Blanco Ledezma en su “Tópicos y semblanzas”. Yo digo más, fue un humanista, pero no un humanista nostálgico sino desentrañador de la verdad interrogando a cada paso la naturaleza misma. Humanista porque supo estudiar y comprender a su semejante y su mundo, porque supo entender su posición en la vida y lo que se podía hacer para ayudarlo a cuidar y conservar la salud del habitante. El estudio constante de la medicina y su experiencia acumulada en la diaria labor asistencial, lo llevaron a escribir en desenvuelta prosa: “Perfiles Médicos” (2 Tomos), “Evolución de la Medicina en Guayana” y “Horas de un Médico”. Pero su misión no se reduce solo a ayudar con un poco de ciencia, simpatía y comprensión al enfermo, sino que funda centros de salud pública y en su ardiente deseo de servir mejor en tal sentido y en otros aspectos de la vida ciudadana, ejerce cargos de dirección en la Asistencia Pública y en la administración municipal y Estadal, y en ese constante desiderátum de servir y de estar en sintonía con el alma de la gente, el Médico afina su sensibilidad y canta al amor y a la belleza en magníficos versos registrados en doce poemarios. De suerte que, además de médico, J. M. Agosto Méndez fue bardo y un servidor público de resaltantes cualidades que no le impidieron, sin embargo, morir en la más digna pobreza.

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