El 12 de agosto de 1877, Thomas Alva Edison anunció que había inventado un aparato electromecánico capaz de reproducir el sonido. Tal el Fonógrafo que posteriormente se llamó Gramófono y en el cual se recogía el sonido en un cilindro de papel de estaño.
A medida que el aparato evolucionaba iba adquiriendo nombres más apropiado a su calidad y estilo. Así fue conocido también como toca-disco, vitrola, autofónica, picot.
Edison, inventor también de la bombilla, un sistema generador de electricidad y un proyector de película llamado kinestocopio, entre otras muchas genialidades, nació en Ohio el 11 de febrero de 1847 y falleció el 18 de octubre de 1931.
Podríamos decir que casi no tuvo escuela, pues apenas se sabe que acudió sólo tres meses a ella y a los doce años de edad tomó la calle para vender periódicos y tabacos. Un día arriesgo su vida por salvar la de un niño amenazado sobre los rieles de un tren. Entonces lo premiaron con una beca para estudiar telegrafía y en el curso realizó toda una invención que mejoró extraordinariamente las comunicaciones de aquellos tiempos.
Todas sus invenciones de algún modo tuvieron un profundo efecto en la configuración de la sociedad moderna y si bien todas fueron realmente importantes aunque perfeccionadas por otros hombres igualmente ingeniosos, el Fonógrafo como tal y durante casi todo el siglo veinte destacó como un instrumento prodigioso a través del cual se podía conversar y escuchar muchas veces la voz de estadistas, poetas, cantantes, apreciar el arte de pianistas, violinistas y el sonido de las mejores orquestas. Hoy, por supuesto, existen otros medios cibernéticos más sofisticados y de alta precisión que apenas si nos acordamos de los rudimentos del gramófono o de la singular vitrola portátil o de consola de sala, con su plato giratorio, y aquel brazo cabeceado su aguja de acero sobre el espiral surco del disco de vinilo.
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