“Tras
de la noche pavorosa en que sumida en onda pesadumbre permanece la desolada
Barcelona, torna a lucir el sol que ha de alumbrar para la patria una de las
victorias más brillantes y trascendentales. La guerra como el mar, tienen olas
que sepultan y olas que levantan. Casi al propio tiempo que en las
orillas del Neverí sucumben nuestras armas. Piar se cubre de gloria en la
riberas del Orinoco”. Así comienza en “Venezuela heroica”, Eduardo Blanco,
la narración de aquella batalla que dio nuevos bríos a nuestros pueblos para
continuar la lucha cruenta y larga que apuntaba hacia la emancipación de la
Venezuela colonizada desde los tiempos de Colón.
Piar, guerrero de mar y tierra, abandonó el oriente y se atrincheró en el Sur,
en el propio corazón de Guayana, secularmente dominaba por la corona real
hispana, y lo que en otros tiempos no pudo ser, él con sus soldados bien
curtidos lo hizo posible con una estrategia costosa pero distinta y efectiva.
Angostura era inexpugnable porque las baterías dominaban desde la cumbre y
cuestas de los cerros, de manera que Piar elaboró una operación envolvente
desde las Misiones del Caroní que tenía su nudo gordiano en san Félix, pero
como Alejandro Magno a la atadura de Gordias, lo cortó de un
solo tajo con su espada en una
acción rápida y decidida.
Desde entonces, 11 de abril de 1817, fue posible conquistar las alturas y
expulsar a quienes se resistían valientemente arriar los pendones de Castilla.
Guayana fue libre gracias al talento, terquedad y fundamentalmente, a la
desobediencia del general en Jefe Manuel Piar. Bolívar había llamado
reiteradamente a Piar para que abandonara Guayana y convergiera en el plan de
un gran ejército en la plaza de Barcelona para desde allí emprender campaña
militar hacia el centro a fin de asentar los poderes de la República en
Caracas. Piar se negó rotundamente y su desobediencia dio un vuelco a la
estrategia militar de Bolívar. Nunca un acto de indisciplina militar resultó
tan útil. Sin embargo, a la postre, Piar debió pagar todas sus faltas en el
paredón. Pero valió la pena el sacrificio. (AF)
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