20
de abril de 1828-
Siendo Presidente de Bolivia, el General Antonio José de Sucre, se casó por
poder, en la ciudad de Quito con Mariana Carcelén y Larrea, Marquesa de
Solanda. De esa hidalga ciudad de Pichincha, capital del Ecuador también
salieron Manuelita Sáenz, amante del Libertador y Mercedes de Jigón, esposa del
general Juan José Flores.
La Marquesa de Solanda era una mujer aristocrática, encantadora y frívola.
Sucre se casó con ella después de seis años de amores y de ausencia. Lo hizo ya
cuando quiso retirarse a la vida privada para descansar de los altibajos y
zozobras de la guerra. Estaba bastante pobre cuando eso. Tanto así, que en una
carta que dirige al Libertador, le dice “Una buena suerte me pone fuera del
caso de los generales de Napoleón, de quienes se decía que después de ricos no
querían trabajar. No cuento para vivir más que con lo que tiene mi futura
mujer, y estoy contento. Ella me dará el pan y yo le daré honores que me ha
dado la guerra, porque aún renunciaré a los títulos”.
Para el matrimonio, Sucre compró en Quito la histórica “Casa Azul”, elegante
mansión colonial, esquinera y de dos pisos, que había pertenecido al Marquéz de
Villa-Rocha. Entre esta mansión colonial el fundo de Chisinche, discurren
los últimos días del vencedor de Ayacucho. Sembrando y leyendo los libros de su
predilección, yendo alguna vez más que otra a fiestas, visitas y paseos con la
hermosa marquesa y mariscala.
Un año después tuvo su única hija: Teresita, la cual motiva esta expresión en
una carta a Bolívar: “Mi mujer ha parido el 10 de este mes, desgraciadamente me
ha dado una niña, en lugar de un soldado que yo quería para la
patria”. En junio de 1830, la Marquesa de Solanda quedó viuda:
Sucre había sido asesinado en la espesa montaña de Berruecos. Entonces se casó
con el disoluto y donjuanesco general Isidro Barriga. La hijita de
Sucre murió trágicamente caída desde el balcón de los brazos del
padrastro. (AF)
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