Después de dos decenios de iniciada la construcción del Monasterio de “El Escorial”, se colocó, 12 de septiembre de 1584, la última piedra de esta monástica y real casa, situada prácticamente en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, a 50 kilómetros de Madrid.
La obra fue iniciada en 1563 por el arquitecto Juan Bautista Toledo, remplazado después de su muerte ocurrida en 1567, por Juan Bautista Castello, pero la terminó Juan Herrera, arquitecto que modificó en varios puntos el primitivo proyecto.
La idea del Monasterio de El Escorial se le ocurrió al rey de España Felipe II, en los momentos ardorosos de la batalla de San Quintín librada contra los franceses. El monarca hizo el voto cristiano de erigir en España un monasterio para frailes jerónimos, bajo la advocación de San Lorenzo, si conseguía vencer a los galos como en efecto sucedió para bien de los sacerdotes que pronto vieron cumplida la promesa del monarca.
La edificación está calificada como un verdadero monumento de arte que comprende monasterio, templo y palacio. En su magnífica ornamentación interior intervinieron numerosos artistas de la época. Lienzos de los mejores pintores, esculturas, porcelanas, marfiles, sedas finísimas y toda clase de objetos artísticos a cuya extraordinaria riqueza se suman ejemplares de valor inapreciable en su Biblioteca, entre ellos el documento “Códice áureo”, escrito en letras de oro sobre 168 hojas de pergamino que datan del año 1050.
Felipe II vivió en el propio monasterio y habitó y murió en habitaciones que aún se conservan intactas como entonces.
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