El 4 de septiembre de 1812, los rusos incendiaron a Moscú por los cuatro costados para resistir desesperadamente de esa manera contra las invasoras fuerzas de Napoleón Bonaparte, empeñado como Julio César sobre las Galias, en ser dueño del continente euro-asiático.
El incumplimiento por parte del Zar Alejandro de disposiciones del sistema continental, por el cual se pretendía el aislamiento económico de la Gran Bretaña, obligó a Napoleón movilizar sus tropas y marchar sobre Rusia.
Fue en el año 1812, al frente de 600 mil hombres, cuando Napoleón decidió hacer entrar en su razón al Zar Alejandro mediante la fuerza de sus armas ya fogueadas en victoriosas batallas. Estratégico error del Emperador. Los rusos no presentaron batalla, sino que se fueron retirando de los frentes al mismo tiempo que incendiaban poblados y cosechas, hasta que al fin decidieron combatir en Borodino, a orillas del río Moscova, donde fueron derrotados por el poderoso ejército francés.
Napoleón hizo su entrada en Moscú, pero la ciudad ardió por los cuatro costados. El Zar Alejandro no se dio por vencido y una vez incendiada la ciudad, desencadenó ataques de guerrillas que unidos al hambre y al frío, acabaron con las altivas huestes imperiales. 300 mil soldados del ejército de Napoleón perecieron entre la nieve cuando tocaron retirada. La campaña de 1812 marcó el comienzo del fin del gran dominio francés.
De este formidable hecho que registra la historia universal, existe una composición musical de Tchaikovsky, titulada “Obertura de 1812”, ejecutada después de la consagración de la Catedral de Redentor, del Kremlin, erigida en acción de gracias por la victoria rusa sobre Napoleón, 68 años antes.
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