El 12 de febrero de 1814 es fecha clásica en la historia de la juventud venezolana por su relevante significado dentro del proceso de la emancipación. El invencible José Félix Rivas a la cabeza de universitarios y seminaristas de Caracas se enfrentó gloriosamente en la plaza de La Victoria a las huestes virtualmente indomables del terrible José Tomás Boves. Desde ese día la juventud venezolana entró de lleno en la historia ofrendando sus vidas para salvar a la patria de la barbarie y la traición.
La batalla que la juventud venezolana libró exitosamente en La Victoria, gracias al auxilio a tiempo de Campo Elías, ocurrió momentos en que el país vivía una de sus épocas más negras y angustiosas. La dominación española, ejercida por hombres brutales, sin respeto por la dignidad humana estaba, en su éxtasis. La resolución de independizar a la patria se mantenía por sobre la barbarie a costa de sangre y sacrificio. La actitud de los universitarios y de los seminaristas de Caracas que hoy conmemora ardorosamente la juventud, fue un verdadero sacrificio y una demostración palpable de valor porque sin ninguna experiencia militar se enfrentaron y rechazaron la feroz acometida de las hordas que Boves había logrado aglutinar en las bravía y salvajes llanuras del sur.
Los republicanos tuvieron en aquella lucha 500 bajas entre muertos y heridos, mientras que los realistas sufrieron el doble. Allí perdió la patria al valeroso Luis María Rivas Dávila, glorioso jefe de los “Dragones”, invencible en Bárbula, en Barquisimeto y en Araure. Pero el triunfo de la juventud en la Victoria no significó la derrota del yugo español pues durante largos años más hubo que continuar luchando, derramando sangre, ofrendando vidas a la causa de la libertad. Pero esa acción del 12 de febrero fue la demostración concluyente de una juventud no indiferente al problema nacional, dispuesta al sacrificio, a fertilizar con sangre el ideal republicano
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