23 de
febrero de 1683, en la ciudad industrial de Halle, distrito de Alemania,
nació ese famoso compositor que el mundo del arte conoce como George Frederick
Handel, cuyos restos habrían de ser sepultados en la Abadía de Westmister,
Inglaterra.
A la temprana edad de siete años, el famoso compositor ejecutaba
prodigiosamente el clavicordio que para sorpresa de sus padres le había llevado
de contrabando a la buhardilla uno de sus tíos.
La vida de Handel y su huella de gran genio de la música quedaron impresas en
un país extraño al de su origen, Inglaterra, país que supo darle acogida,
adoptándolo como uno de sus hijos y admirándolo por su extraordinario talento
musical. Tanto así, que cuando expiró a la edad de 74 años, fue sepultado con
pompa real en la Abadía de Weaminster.
Handel contaba 26 años cuando escribió su primera ópera para el público inglés,
basada en un poema de Tasso, pero fue duramente escarnecido por “Sus
pintados dragones escupefuegos y encantadas carrozas tiradas por yeguas de Flandes”. La
ópera, sin embargo, conquistó al público anglosajón con sus lujuriantes
melodías.
Handel escribió más de 39 óperas de estilo italiano que sirvieron de modelo a
todas las óperas inglesas. Entre ellas se encuentra su único y maravilloso
ensayo en el género cómico: el Jerjes, considerada por la crítica como “una
obra de gran ingenio, distinción y encanto, que podría revivirse muy fácilmente
en la actualidad. Sin lugar a dudas, el aria más famosa, aunque no
necesariamente la mejor de las que escribió Andel, es “ombra mai fu” de
Jerjes, algunas veces llamada “El largo” por su ritmo”.
Handel además de extraordinario genio de la música operática, fue también un
astuto hombre de negocios. Tuvo un teatro en Londres en el que actuó la famosa
soprano Francesa Cuzzoni, de quien se dijo tenía un nido de ruiseñores en el
vientre. (AF)
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