7 de febrero de
1878, a la prolongada edad de 86 años, dejó de existir el Papa Pío Nueve.
Murió en su morada del Vaticano en Roma, bajo prisión voluntaria que se había
impuesto por hondas diferencias con el Gobierno italiano.
El Pontífice romano había ascendido al trono de San Pedro en 1846 y durante su
largo pontificado reformó el sistema de gobierno del Estado Pontificio,
proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción, el de la infalibilidad del Papa
y realizó el concilio del Vaticano.
Pío IX era hijo de una noble familia de Ancona, se ordenó sacerdote en 1819 y
en 1840 fue nombrado Cardenal. Subió al trono luego de la muerte de Gregorio
XVI. Pero dos años después de su coronación empezaron los trastornos para su
pontificado. El pueblo italiano realizó manifestaciones contra el Papa porque
éste no se parcializaba a favor de Austria en la guerra del Piamonte.
Las manifestaciones alentadas por el Gobierno hicieron la vida imposible al
Papa y la situación del Vaticano se agravó con la confiscación de las
propiedades pontificias y la pérdida de sus poderes temporales.
El Papa tuvo entonces que refugiarse en Gaeta. Desde aquí vio proclamarse la
República Romana, pero los franceses pusieron fin a este nuevo estado romano y
restableció al Papa en su sede. Roma pasó a ser entonces capital de Italia,
Pero Pío IX se negó a reconocer al nuevo gobierno de Italia y rechazó todos los
ofrecimientos para llegar a un acuerdo, encerrándose a partir de entonces como
prisionero en el Vaticano.
Desde esta prisión voluntaria, Pío IX trabajó afanosamente por el
fortalecimiento de la religión y convocó el Concilio Vaticano, después de tres
siglos que este no se celebraba.
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