20 de febrero de 1909, el poeta Felipe Tomás Marinetti publicó su Manifiesto Futurista, en el cual se inspiraron movimiento artístico de comienzos del siglo veinte para esgrimir lanzas contra la estética tradicional
El Manifiesto ensalzaba la vida contemporánea subrayada por la máquina y el
movimiento y en ese sentido declaraba “que el esplendor del mundo se
ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad” y
afirmaba que “un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de
Samotracia”.
Marinetti, nacido en Alejandría (Egipto) alternó su vida de intelectual entre
Francia e Italia. En esta última, en la ciudad de Génova, estudió y se
licenció en Derecho, pero su fuerte fue la poesía aunque escribió y se destacó
con obras teatrales como la “Muñecas eléctricas”, que llevó el tema
de los robots a los escenarios una década antes de que se acuñara por primera
vez este vocablo. En la novela “Mafarka el futurista” critica
los museos, las universidades, las mujeres y la moral convencional de entonces.
Marinetti, recopiló y publicó los principios del futurismo en el manifiesto de
1909 y al año siguiente los artistas plásticos italianos Giacomo Bella, Umberto
Boccioni, Carlos Carrá, Luisa Russolo y Gino Severino lo suscribieron.
Fue en el campo de las artes visuales donde mayor resonancia tuvo el Manifiesto
y a partir de ese suceso los artistas comenzaron a interesarse por captar la
sensación de movimiento.
En este campo los pintores futuristas explicaban cómo representar el
movimiento: “Dada la persistencia de la imagen en la retina, los objetos
en movimiento se multiplican y se deforman proyectándose como vibraciones
precipitadas en el espacio que recorren”. Los primeros en
incursionar en esta técnica fueron Giacomo Balla (Mercurio pasando ante el
Sol), Umberto Boccioni (Los adioses), Carlos Carrá (Las
nadadoras), Gino Serverini (Bailarina azul) y Marcel Duchamp (Joven
melancólico en el tren) AF
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