sábado, 3 de agosto de 2013

Muerte del tenor Enrique Caruso

El 3 de agosto de 1921,  el mundo de las grandes ciudades se sobrecogió ante la noticia de la muerte del gran tenor de todos los tiempos Enrique Caruso, ocurrida el día anterior.
Y no es para menos, Caruso era el mejor cantante en su género y había venido desde lo más modesto para penetrar con sus óperas  el alma de todo el mundo.  De Nápoles con su presencia de anfiteatro y Pompeya atormentada por la lava del Vesubio, nos vino Caruso y con él su temple de cantante eterno. Pero no fue sino después de los 18 años cuando su voz educada los coros celestiales comienza a esparcirse. Hubo de pasar, primero por un taller de mecánica y luego un cuartel de soldados: “¡Estudia canto, que allí está tu vida!”,  le dijo su jefe inmediato en el Ejército y Caruso oyó la voz de aquel hombre cuyo nombre no ha guardado la historia.
A los 22 años hizo su debut formal en Caserta, cerca de su ciudad natal y a los          25 tuvo el mayor triunfo que se haya presenciado en el gran teatro consagratorio de la lírica mundial, la Scala de Milán, en el estreno de la ópera Fedora. Siguió en ascenso y en 1.902,  se dio a conocer internacionalmente al estrenar en Montecarlos la ópera La Boheme junto con la célebre soprano Nellie Melba. En 1.903 debutó en el Metropolitan Opera House de Nueva Cork, interpretando Rigoletto, para erigirse desde entonces en el artista obligado de las temporadas oficiales del más reputado Teatro de América.
Actuó en todas las grandes capitales del mundo y en su repertorio figuraban las mejores óperas italianas,  francesas y alemanas. En su vida íntima se distinguió siempre por lo alegre y bromista y por su  gran habilidad para dibujar caricaturas.


Cantaba  La Judía en uno de los teatros de Nueva York, cuando una inflamación de la membrana que envuelve los pulmones le paralizó la voz para siempre. Fue el 24 de diciembre de 1.920,  ocho meses después fallecía en su patria.  En la Iglesia de Nuestra Señora de Pompeya, donde cantaba de niño, hay una enorme vela de cera cuya duración se calcula en 2.000 años. Se la encienden solo una vez, el día de todos los Santos y gentes de muchos lugares acuden a rezar al pie de la vela por el eterno descanso del gran tenor dramático italiano.

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