El 31 de agosto de 1811, en un pueblo de los Altos Pirineos llamado Tarbes, nació Teofilo Gautier, desconocido para el mundo hasta que rompió con el romanticismo y se inscribió en la idea del arte por el arte.
Eran tiempos del escritor Víctor Hugo, también francés y de quien recibió la orientación para descubrir su vocación de poeta. Porque además de novelista de gran influencia, Teofilo Gautier, fue un poeta picado por una asombrosa habilidad de crítico. Un cantor romántico, de estilo pulcro y original que se distingue en sus obras por la conjunción perfecta de su vocabulario con las ideas que quiere expresar. Un heraldo de las cosas hermosas admirado por el bohemio Baudelaire (Bodler).
Gautier opinaba que el artista no tenía ningún compromiso con la ética y que, por el contrario, su obligación era alcanzar la perfección en la forma y la expresión y que la poesía debía estar más atenta al efecto artístico que a la vida. Rompió con el romanticismo para alcanzar la idea del arte por el arte puesta de manifiesto en sus obras Albertus y Esmaltes y Camafeos, su obra maestra.
Escribió también Mademoiselle de Maupin, expresión de la filosofía de vida hedonista y relatos cortos de carácter exótico, entre ellos, La muerta enamorada y El capitán Fracasa. Fue uno de los mejores y más influyentes críticos de su época. Algunos de sus escritos de crítica son Historia del arte dramático en Francia en los últimos veinticinco años e Historia del romanticismo. Gautier murió el 23 de octubre de 1872.