El 27 de noviembre de 1951, una expedición franco-venezolana anunció haber llegado a las propias cabeceras del río más grande de Venezuela: el Orinoco.
Desde los tiempos de la Colonia la grandeza del río suscitó el interés por su nacimiento. Diego de Ordaz en 1532 lo remontó por primera vez y no pudo avanzar sino hasta uno de sus afluentes: el río Candelaria, que aparece en la cartografía identificado como Meta. Apolinar de la Fuente al remontarlo en 1759, cuando la expedición de límites, dijo haber llegado a un punto de la Sierra Parima “de donde sale un despecho de agua que es el que da principio al Orinoco”. El francés Juan Chanffajon hizo otro tanto, juró ante el mundo a finales del siglo diecinueve haber llegado a la gota de agua que da origen al río padre de todos los ríos venezolanos. Pero más tarde se comprobó que las fuentes del Orinoco estaban más allá casi en las fronteras con Brasil.
Pasó a la historia como verdadero descubridor de las fuentes, la Expedición Franco Venezolana comandada por el oficial del ejército Franz Risquez Iribarren e integrada por un notable grupo de obreros y científicos que investigó en el curso de la aventura aspectos importantes de la región, relacionados con las ciencias naturales y la antropología.
La expedición se inició en abril y concluyo el 27 de noviembre de 1951 hasta llegar a un enhiesto farallón de 75 metros de altura de cuya entraña emergía el agua cristalina que daba origen al Orinoco antes de cumplir un recorrido tormentoso de 2.063 kilómetros adosado en forma de arco a la roca cristalina del Escudo Guayanés y finalmente desembocar en el Atlántico a través de un enrevesado estuario.
En el centro del cerro de la fuente los expedicionarios clavaron el tricolor nacional y fijaron un hito, justo en cota barométrica de 1047,35 metros de altitud, en cuyas paredes se grabaron los nombres de las entidades patrocinantes.
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