sábado, 30 de noviembre de 2013

LA MUERTE DE OSCAR WILDE

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El 30 de noviembre de 1900, inmediatamente después de su conversión a la religión católica, murió a causa de meningitis, Oscar Wilde, novelista, poeta, crítico literario, autor teatral y gran exponente del esteticismo cuya principal característica era la defensa del arte por el arte.
Había nacido el 16 de octubre de 1854, en Dublín y estudió en el Trinity College de esa ciudad. Deestacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía; su extenso poema Ravenna ganó el prestigioso premio Newdigate en 1878, y convirtió el estilo bohemio de su juventud en una filosofía de vida.
De carácter excéntrico, el joven Wilde llevaba el pelo largo y vestía pantalones de montar de terciopelo. Su primer libro fue Poemas, y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas, se representó por primera vez en Nueva York, ciudad en la que el autor se encontraba por entonces, de paso en una larga gira de conferencias por los Estados Unidos. Tras ella, se estableció en Londres y, en 1884, se casó con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. A partir de entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura.
En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo, que consiguió escandalizar a toda la mojigata clase media de la Inglaterra victoriana. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años de trabajos forzados.  Allí escribió De profundis (1895), una extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida.  Salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastian Melmoth. Entre sus  obras se cuentan dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos, El príncipe feliz (1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville. Su única novela, El retrato de Dorian Gray  es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por su brillante estilo epigramático.



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