El 23 de noviembre del 79, la infernal erupción del famoso volcán de Italia, “Vesubio”, destruyó, la antigua ciudad de Pompeya, habitada por 30 mil habitantes y donde tenían sus quintas de recreo los romanos distinguidos y acaudalados de la época.
Una avalancha de ceniza y lava sepultó la dorada ciudad y de sus ruinas ocultas por la inmensidad del tiempo no se supo sino en 1748 cuando un campesino encontró varias estatuas. Inmediatamente a los arqueólogos se les prendió la luz y empezaron las excavaciones con las cuales ha ido aflorando buena parte de una ciudad rodeada por recintos fortificados, flanqueados por torres con una circunferencia de 2.600 metros.
Las excavaciones de Pompeya han suministrado a los arqueólogos multitud de información del mayor interés acerca de la construcción de las casas romanas y de las costumbres privadas de los antiguos. Tal como está hoy día, constituye Pompeya la más sorprendente evocación de la antigüedad que pueda imaginarse.
Cuando Pompeya quedó sepultada, también desaparecieron por los mismos efectos volcánicos, las ciudades de Herculano y Stabia y desde entonces el Vesubio pareció adormecerse para entrar en actividad en el año 203 y luego en el año 472, cuando la erupción fue tan terrible que las cenizas llegaron hasta Asía Menor.
La altura del Vesubio, en la orilla oriental de la hermosa bahía de Nápoles, es de 1.180 metros. Es un volcán activo y el fenómeno de su constante actividad que lo distingue de todos los volcanes de la Europa continental, ha sido objeto de incesantes estudios. En el monte Somma existe un observatorio, desde donde los científicos estudian el volcán durante las erupciones con grave riesgo de sus vidas. Las faldas del Vesubio son feraces y objeto de intensa explotación agrícola que incluye hermosos viñedos y huertos. En 1960, Carmine Gallones, director de cine italiano, rodó la película “Los últimos días de Pompeya” basada en la obra de Bulwer Lytton.
No hay comentarios:
Publicar un comentario