Edgard Allan Poe nació el 19 de enero de 1809, en Boston, Estados Unidos, en el seno de una familia modesta ligada a la actividad teatral.
Quedó huérfano a los cinco años de edad y a cargo de un rico comerciante que le procuró adecuados estudios y el cual abandonó, escapándose de la casa en una de esas extrañas reacciones que emergían de su carácter indómito y taciturno.
Después de esta huida, sin dinero, sin estar especializado en oficio alguno, con sólo el acervo de su cultura a espaldas, se encara con la vida de un país donde para sobrevivir es preciso ser duro y sentirse aventurero. Compite en un concurso literario y por primera vez, un escritor consigue dos premios que lo prestigian para lograr empleo en un periódico.
A los 25 años contrae matrimonio con la joven de 14 años, Virginia Glemm, con quien comparte su amor entrañable y su estrechez económica. Más tarde ella enferma de tuberculosis y muere. Poe se vuelve melancólico, errabundo indiferente, llegó a decirse de él que nunca sonreía. En esta época de su vida su cuerpo acusa fuertes taras: vagabundo, borracho, solitario, apenas sociable. Su vida es una lucha continua entre el idealismo de sus sueños, de un patetismo misterioso, y el materialismo que lo rodea. Se vio obligado a vender, a precios indecorosos, los productos de su mágica fantasía. “El Cuervo” traducido por el cumanés Pérez Bonalde, poema cien veces inmortal, fue cedido a un editor por cinco dólares. Los últimos días de Poe fueron oscuros y extraños y su muerte tiene algo de misteriosa.
De sus obras recordamos: El doble crimen de la calle Morgue, El Misterio de Marie Roget, La carta robada, El escarabajo de oro, El cuervo y las campanas. De Poe se ha dicho que era dueño de un alma tan vieja como el mundo. Baudelaire, Rimbaud y Gautier bebieron largamente en la métrica y la teoría literaria de Poe y sus extraños cuentos influyeron en toda una generación de artistas europeos.
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