Tal día como hoy, la justicia israelí puso fin a la vida del ex-oficial de la Gestapo Alemana, Adolfo Eichmann, acusado de haber participado en el exterminio de seis millones de judíos europeos durante el régimen nazi.
El ex-jerarca de la bárbara policía nazi había insistido en su no responsabilidad por los horrores de los campos de aniquilamiento y de las cámaras de tortura de Hitler. Por último apeló a la clemencia, pero le fue negada. Adolfo Eichmann era responsable de la muerte de seis millones de judíos y la justicia debía de ser inflexible. A la media noche murió en el cadalso de la prisión de Ramlech, en las afueras de Tel Aviv, el 31 de mayo de 1962.
El ex-jerarca nazi fue la primera persona ejecutada por esta nación judía en los 14 años de su historia. El ajusticiamiento de Eichmann que tenía 56 años, se produjo 2 años y 21 días después de su captura en la Argentina por agentes israelíes y llevado subrepticiamente a Israel en un avión, con lo que culminó una búsqueda por todo el mundo que comenzó en las humeantes ruinas del imperio nazi al término de la segunda guerra mundial.
Las últimas palabras de Adolfo Eichmann, dirigidas a un pequeño grupo de testigos que presenció su ejecución en un cuarto del tercer piso del penal, fueron: “Caballeros, pronto volveremos a reunirnos. Ese es el destino de todos los hombres. He vivido creyendo en Dios y muero creyendo en Dios. Viva Alemania. Viva Argentina. Viva Austria. Estos son los países con los cuales he tenido una vinculación más estrecha y no he de olvidarlos. Saludo a mi esposa. A mi familia y amigos. Tengo que obedecer las reglas de la guerra y a mi bandera; estoy preparado. Los conjurados alemanes del atentado contra Hitler en julio de 1944, fueron unos traidores. Yo Adolfo Eichmann, era un soldado leal. Las órdenes son órdenes. Yo no soy más culpable de lo que puedan serlo los empleados de los ferrocarriles en que circularon los convoyes de los ejecutados. Yo no era más que un engranaje de la máquina de un sector donde han quedado millones de cadáveres”