lunes, 30 de junio de 2014

JUAN CRISÓSTOMO GÓMEZ


            El 30 de junio de 1923, el Vicepresidente de Venezuela y Gobernador del Distrito Federal, Juan Crisóstomo Gómez, hermano del dictador,  fue asesinado a puñaladas en su dormitorio del Palacio de Miraflores.
            El dictador Juan Vicente Gómez, mal supuso inmediatamente que se trataba de un crimen político y acusó a la oposición.  En consecuencia, numerosas personas fueron detenidas, entre ellas, los periodistas y humoristas Francisco Pimentel (Job Pim) y Leoncio Martínez (Leo)   Sin embargo, la oposición creía que se trataba de un crimen familiar o dinástico, relacionado con las aspiraciones de sucesión.
            Dentro del mundo gomecista sobresalían dos corrientes familiares, Juanchistas y Vicentistas, lideradas por los Vicepresidentes de la República, Juan Crisóstomo Gómez, mejor conocido por “Juancho” y José Vicente Gómez, hijo del dictador, Vicentico.  Pero las investigaciones, una vez profundizadas, inculparon al capitán Isidro Barrientos, de la Guardia de Miraflores, en complicidad con el propio criado de la víctima, Encarnación Mujica y el Inspector de los Jardines de Caracas. Un Juez los halló culpables y los condenó a sufrir la pena de 20 años de presidio, pero como se temía, fueron no obstante, sacados de la cárcel y asesinados por la policía.
            Juan Crisóstomo Gómez, al igual que el dictador, había nacido en el hato “La Mulera”, del Táchira y su profesión conocida era la de agricultor.  Había sido ajeno a la política y a las campañas militares en las que junto con Cipriano Castro estuvo comprometido su hermano mayor  Sólo comienza a tener interés en la política no obstante su escasa instrucción, cuando Juan Vicente Gómez destrona a Cipriano Castro y asume el Poder en 1908.  Pasa entonces a ser Gobernador de Miranda y la persona de mayor confianza del dictador.  Es así como llega a convertirse, al mismo tiempo, en primer Vicepresidente de la República y Gobernador del Distrito Federal; pero ¡oh Fatalidad!, no pasará de allí.  El puñal de la ambición y el poder estaban al acecho.   Y dice la leyenda que cayó mortalmente herido sobre unos bultos contentivos de la novela Canaima que había sido decomisada por este párrafo que hirió la sensibilidad de los censores de la dictadura: Aquel en  que Manuel Ladera le dice a Marcos Vargas: “Ahí tiene la historia de Venezuela: un toro bravo, tapaojeado y nariceado, conducido al matadero por un burrito bellaco”.          

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