Recordamos la muerte de Albert Einstein, israelita alemán, nacionalizado norteamericano, que falleció a los 76 años de edad, el 18 de abril de 1955, mientras dormía hospitalizado en Princeton por padecer una aneurisma gigante que nunca permitió le fuese intervenido quirúrgicamente. Su deceso fue tan rápido que su hijastra, ocupante de la habitación contigua por sufrir una ataque agudo de ciática, no pudo verlo con vida. Su cadáver fue incinerado, después de haberse extraído el cerebro.
Einstein era graduado en Física y Filosofía. A este hombre llamado el “arquetipo del Apocalipsis” lo hicieron más que famoso su revolucionaria teoría de la relatividad del espacio, la masa y el tiempo. Gracias a estas teorías pudieron revisarse los cálculos del perihelio de Mercurio, que en Newton estaban equivocados en 42 segundos, y se lograron comprender las desviaciones de los rayos luminosos que llegan a la tierra procedente de las estrellas.
Aunque Einstein estuvo una semana encerrado, definiendo su Teoría de la Relatividad que tuvo como punto de ignición mental la hora del almuerzo con su esposa Elsa, es evidente que ella fue el producto de 18 años de su vida consumido en estudios, meditaciones y trabajos sobre estos fenómenos.
“La Teoría de la Relatividad, es una teoría física y su dominio es el más amplio que jamás teoría alguna haya tenido y su utilidad práctica se demuestra en aumento de día a través de las experimentaciones. Las leyes de la teoría de Einstein se imponen a toda física y no solamente una parte de ella. Sirve para explicar lo infinitamente grande, como la unidad de las galaxias en el cosmos, y también lo infinitamente pequeño como el átomo, por ejemplo: Explica así mismo el fenómeno de la gravitación universal, circunstancia todas ellas y cada una de ellas, fundamentales en la cohetería espacial y en la astronáutica”. Esta Teoría no admite velocidades superiores a la de la luz (trescientos mil kilómetros por segundo).
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