miércoles, 30 de abril de 2014

DÍA DE LOS TRABAJADORES


            El  primero  de  mayo  de  1886  una  huelga  de  trabajadores   fabriles   paralizó   la
economía estadounidense. 340 mil obreros en 5 mil fabricas no vieron en aquellos días finales del siglo diecinueve otra salida a sus inhumanas condiciones laborales que el recurso extremo de la huelga, la cual fue disuelta a sangre y fuego. Luchaban por la jornada de ocho horas y la lograron,  pero tuvo como epílogo la condena de ocho de sus más connotados conductores, entre ellos, cuatro periodistas ejecutando en la horca.
            Un Tribunal Especial formado por doce jurados conoció de los hechos y dictó sentencia condenatoria contra varios dirigentes. El 11 de noviembre de 1887, un año y medio después de la huelga, fueron ahorcados en la cárcel d Chicago los dirigentes August Spies. 31 años, periodista y director del periódico Arbeiter Zeitung; Albert Parsons, 38 años, periodista; Adolfo Fischer, 30 años, periodista y Goerge Engel y 50 años, periodista. Louis Lingg, 22 años, carpintero, se había suicidado el día anterior.
            La pena de Samuel Fielden, 39 años, obrero textil y Michael Schwab, 33 años, tipógrafo, fue conmutada por la de cadena perpetua. Oscar Neebe, 36 años, vencedor, fue condenado a 15 años de trabajo forzado. El proceso  estremeció a las naciones civilizadas del mundo, particularmente a los movimientos sindicales que propugnaron desde entonces la internacionalización de sus luchas coronadas con un primer Congreso realizado en Paris en 1890 en el que acordaron declarar el Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajador, para conmemorar la histórica huelga general por las ochos horas y continua condenado en el tiempo la crueldad de su epílogo.
            Nada pudo detener aquellas ejecuciones, ni las concentraciones de protesta contra el fallo en Berlín, París, Londres y otras ciudades. Tampoco la voz de protesta del dramaturgo Goerge Bernad Shaw, ni la del teórico anarquista Piotr Kropotkin, ni la del socialista William Morris, menos la de la teósofa Annie Besant. La escena se había montado conforme a  la  ley,  el pie de los condenados en la trampa,  las sogas colgantes,  las cabezas erizadas y las cuatro mortajas.

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