El 26 de abril de 1936, es fecha que los vascos, donde se encuentren, rememoran por que tiene que ver con el inicio de la inmolación de la ciudad de Guernica, capital espiritual de Euzkadi, aniquilada por el fascismo en el absurdo histórico de exterminar la justicia y el derecho por medio de la metralla.
Guernica, pequeño valle poblado de la provincia de Vizcaya, a 10 kilómetros del mar y 30 de Bilbao, con una población de 20 mil habitantes, célebre por el viejo roble, árbol sagrado bajo el cual juraban antiguamente los señores de Vizcaya cumplir los preceptos de la convivencia, quedó destruida durante la guerra civil que conmovió a España durante los años 1936 al 39.
Legiones alemanas, italianas y marroquíes que ayudaban a Franco en su lucha por el poder, bombardearon la ciudad de Guernica con aviones que incursionaron incesantemente cada veinte minutos desde la cuatro y media de la tarde hasta las ocho menos cuarto de la noche. Bombas incendiarias superiores a las mil libras de peso y poderosos explosivos envolvieron en llamas a la ciudad y la vida de 2543 almas. Sólo la vieja y tradicional casa de los fueros y el famoso roble quedaron como testigos mudos de aquel drama truculento e infernal.
El bombardeo de Guernica fue condenado por la humanidad. Se trataba de una humilde ciudad de granjeros con su gran signo de la libertad. No era ningún objetivo militar, pero la furia de Franco contra los vascos que luchaban en las montañas lo llevó a tan terrible irracionalidad. Al mismo tiempo que permitió a los alemanes probar sus nuevas bombas y aviones, asestó un golpe noble a los vascos rebelados contra él.
En Paris, dos meses después del bombardeo de la ciudad, Pablo Picasso daba los últimos toques a su lienzo al óleo “Guernica”, que expresa la violencia y crueldad del acontecimiento. El mural, exhibido por primera vez en la Feria Internacional de Paris (1937), se halla actualmente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid.
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