miércoles, 2 de julio de 2014

SUICIDIO DE ERNEST HEMINGWAY

El 2 de julio de 1961, mientras Rómulo Betancourt colocaba la piedra simbólica de una gran ciudad que integrarían a la antigua San Félix de Guayana con la moderna Puerto Ordaz, no obstante la soberbia separatista del Caroní,  en su casa de Ketchum, Idaho, una de las voces mayores de la literatura contemporánea norteamericana se hundía para siempre en el abismo de su vejez.

            Hacía apenas 20 días que Ernest Hemingway había celebrado su cumpleaños número sesenta y tres, pues había nacido Oak Park, Illinois, el 21 de julio de 1898.  Pero no siempre la alegría de la celebración perdura, suele haber cierta depresión, cierto vacío después de drenarse el entusiasmo.  De suerte que no es difícil suponer en qué estado de ánimo se encontraba si tuvo valor para desenfundar su escopeta de ir al África a cazar fieras, para  introducirse el cañón en la boca y luego dispararse.
En 1950, cuando publicó “Del otro lado del río y entre los árboles”, novela en la que había puesto muchas esperanzas, la crítica de su país lo destrozó y dijo que “estaba acabado”.  Sin embargo, superó esta emergencia y dos años después publicó  “El viejo y el mar” que le permitió mostrar lo contrario,  Entonces quienes elogiaron y exaltaron “Por quién doblan las campanas”, su novela de mayor éxito, lo volvieron a reconocer.
La historia del viejo pescador cubano que logra capturar un enorme pez después de ochenta y cuatro días de lucha,  se convirtió así en una epopeya del siglo veinte y en un símbolo de su propia lucha contra la destrucción, la vejez y el olvido.  Por esta novela obtuvo el Premio Pulitzer  en 1953 y al año siguiente el Premio Nóbel de Literatura.
Irremisiblemente, el destino de Hemingway, era morir algún día y no apacible sino violentamente.  El anuncio de una muerte así, lo fue marcando su vida aventurera que lo llevó varias veces a las puertas de la muerte, en la Guerra Civil española cuando estalló una bomba en la habitación de su hotel, en la II Guerra Mundial al chocar  su vehículo contra un taxi durante un apagón y en 1954 cuando su avión se estrelló en África, región que visitó varias veces impulsado por su afición cinegética.  También era aficionado a los toros y admirador de Antonio Ordóñez, cuya competencia o duelo con Luis Miguel Dominguín inspiró su novela “El verano sangriento”.

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