El 15 de marzo de 1898, a la edad de 85 años, murió Sir Henry Bessemer, ingeniero inglés de origen bretón, a quien la ciencia y el desarrollo industrial del mundo distingue y recuerda hoy por haber ideado un práctico procedimiento para la conversión del hierro en el acero.
Este procedimiento de Bessemer es empleado universalmente, claro está, más perfeccionado. El mismo consiste en la descarbonización del hierro por una corriente de aire inyectada bajo presión en la masa del metal en fusión vertida en el recipiente que lleva su nombre.
El acero viene siendo una mezcla de hierro y menos del dos por ciento de carbono. El hierro contiene comúnmente más carbono y el procedimiento de Bessemer para convertirlo en acero consiste en reducir esa proporción. Es el procedimiento más común en la industria siderúrgica. Se utiliza su interior de ladrillo refractario. Se le inyecta una fuerte
corriente de aire y luego, en un momento dado, se introduce una carga de pedacería. Cuando la carga está lista, se vacía y se le agrega ferromanganeso en fusión, como desoxidante. Una vez que se ha obtenido el acero líquido se vierte en grandes recipiente basculantes, los cuales, pendientes de un sistema de rieles aéreos, se conducen hasta los sitios en que se hallan los moldes. Colocados encima de ellos, los operarios accionan un dispositivo que permite la salida del metal, formado así los lingotes. De lingotes pasan por los rodillos desbastadores de una laminadora que los convierte en barras o en tiras.
El invento de Bessemer revolucionó la industria del hierro y en recompensa muchos pueblos de los Estados Unidos de América llevan su nombre. Asimismo el Instituto Británico del Hierro y del Acero instituyó un premio de una medalla de oro en honor de esté ingeniero bretoniano.
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