miércoles, 26 de marzo de 2014

LA TIERRA SANTA

Jesucristo, fundador de la religión cristiana, nació, vivió y murió en Palestina, actualmente la República de Israel, junto a las aguas del Mar Mediterráneo.

 Esta porción geográfica que constituye el borde occidental del continente asiático y que los Cruzados denominaron “tierra santa”, está indisolublemente ligada al pueblo judío y comprende a Jerusalén, a San Juan de Acre, donde vivieron los padres de la Virgen María; Belén, donde transcurrieron años de su vida; Jaffa, la ciudad del apóstol San Pedro, fundador de la Iglesia Católica; Cetania, residencia de Lázaro y los sitios de la pasión y muerte; Cafarnaum, Magadala, el lago Tiberíades; el río Jordán, donde San Juan Bautista bautizó a Jesús, el Monte Tabor, la Puerta Dorada por la que entró Jesús el Domingo de Ramos; la vía Dolorosa, calle del Ecce Homo, el Monte de los Olivos, el Santo Sepulcro y el Cementerio de los Cruzados.
Los Cruzados eran fervorosos cristianos que por el año 1100 se organizaron militarmente en toda Europa para una guerra continua que duró dos siglos, y rescatar los lugares santos que habían caídos en manos de los musulmanes o mahometanos. Se realizaron ocho cruzadas o campañas, pero todas fracasaron desde el punto de vista militar y religioso, no obstante que ejercieron una gran influencia en la civilización europea.


La capital de tierra santa, hoy Israel, es Jerusalen, centro espiritual y cultural del pueblo judío en el mundo entero. Fue habitada desde los albores de la historia. El rey David la convirtió en su capital en el año 1000 antes de Cristo. Dentro de las murallas de la ciudad vieja y en sus alrededores se pueden ver varios de los santuarios más sagrados del judaísmo, el cristianismo y el musulmán. Los cristianos allí, en su mayoría árabes, suman unas cien mil almas y están afiliados a 30 sectas. Aproximadamente veinte mil viven en Jerusalen y 30 mil en los territorios de Samaria y Judea. Hoy los israelíes y los peregrinos cristianos pueden seguir los pasos de Jesús, desde la Gruta de la Natividad, en Belén, hasta Nazareth y el mar de Galilea, y de regreso a Jerusalén, visitar la Sala de la última Cena sobre el Monte Sión, seguir la Vía Dolorosa y orar en la Iglesia del Santo Sepulcro.

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