miércoles, 16 de octubre de 2013

EL HÉROE SE FUE OLFATEANDO EL CREPÚSCULO


El 16 de octubre de 1817 el héroe se fue olfateando el crepúsculo que se escondía detrás del horizonte del río, dejando atrás la estela de sangre que nunca pudo evitar su ímpetu de guerrero invicto.
Una estela de sangre siempre lo acompañó en su camino.  Era su destino hasta un señalado día por la tarde que debió derramar la suya para cerrar el círculo existencial que comenzó en una isla de mar y terminó en una isla de río.
La plaza estaba llena de monte y peñascos y algún residuo de animales se colaba por entre la hierba  La iglesia que ya tenía el rango de catedral estaba demorada e inconclusa y con un prelado en sus entrañas que hubiera podido hacerle compañía, pero él prefirió los matices iridiscentes del crepúsculo antes que la frialdad gris de una loza.
Cuando se fue, tenía desgarrada la esclavina azul y varias perforaciones en el pecho y por sus labios asomando el sopor de la sangría.  La última sangría que le ofreció  Conde poco antes de trastabillar al final de la sentencia, poco antes también de haber orado frente a un antiguo crucifijo de plata que muchos años atrás en un rincón del Padrastro  había labrado un  soldado margariteño.




Es lo único que sobrevive de aquel ritual de bayoneta y sangre más los fantasmas que atormentan el bahareque del cautiverio y los que por las noches largas de insomne sienten los moradores de Pozo Azul y Manaroca: “En un caballo fantasma / Piar sin cabeza galopa /  Tambores negros / cascos sonoros / llanto de perros / remotos coros /  nadie lo ve ni lo toca /  todos oyen su tropel / nadie le ha oído la voz / nadie lo ha visto volver / sayonas ni encapuchados / le entorpecen su camino / sólo los chaures desvelados / y los ojos de aguaitacaminos / alma en pena que vigila / la paz de la noche oscura / noche oscura que titila / con Piar llama en la llanura / también negros / cascos sonoros  / llantos de perros / remotos coros”.

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