La muerte de Federico Francisco Chopin, extraordinario compositor y pianista polaco, ocurrió en Paris el 17 de octubre de 1849, víctima de la tuberculosis y en esa misma ciudad, en el cementerio de Pare Lachadse, fueron sepultados sus restos. Chapín murió joven y mordido por la pobreza. Tenía apenas 39 años, cuando su cuerpo quedó liberado para siempre de angustias y tormentos.
Fue Federico Francisco Chapín un destacado representante del romanticismo. Un pianista tierno, poético, idealista, en cuyas composiciones quedó plasmada la profundidad de ese sentimiento envuelto en la sobriedad característica de su estilo y en el amor que durante diez años profesó por la escritora Aurora Dudevant.
Un niño prodigio fue Chopin, quien a la edad de seis años deslizaba inteligentemente los dedos sobre el teclado. A los ocho ya ejercía gran dominio y el pianista de la corte, Alberto Signe, le auguró que sería otro divino Mozart.
Por entonces publicó dos polonesas y ofreció al duque Constantino su marcha militar instrumentada y ejecutada por las bandas en el desfile de la Plaza de Varsovia.
La primera aparición de Chapín en público data de 1818, a la edad de ocho años y nueve años más tarde era todo un creador incomparable, cuyas obras, publicadas varios lustros después, son de notable expresión, de trazos vigorosos y singular grandiosidad.
A la edad de veinte años, y después de grandes triunfos en Viena y Praga, abandonó su patria y se dirigió a Paris donde trabó estrecha amistad con Liz e interpretaron juntos.
La producción de Chapín es vastísima y proclama su gloria por todo el mundo. Ella comprende: dos conciertos, tres sonatas, cincuenta y seis mazurcas, doce polonesas, catorce valses, veintiséis preludios, cuatro baladas, veinte nocturnos, cuatro scherzos, que traducen su temperamento melancólico y el profundo amor a su patria.
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